El hombre es un animal imitativo, por lo que
configurar una idea de la copia es entender esta capacidad creativa como una
parte inherente del hombre. Así mismo, lo letrado que documenta el desarrollo
histórico de la humanidad, responde como derivación de encuentros e ideas que
transcurrieron en los diferentes continentes en conjunto a civilizaciones
disímiles entre sí, destacando la permeabilidad existente que ayudó a conformar
esta característica humana. El acercamiento entre razas y sociedades promueve
la hibridación y las mezclas, motor principal y explicativo de los principales
cambios en la historia de la humanidad, cosa que establece la no presencia de
una raza “pura”, pues no hay cultura ajena al contacto y al mestizaje, en el
caso de que así fuese estaríamos frente a un caso de aislamiento o primitivismo
por su rudimentario estado cultural.
Generalmente las tragedias han marcado nuestra historia, civilizaciones que desaparecen o caen inadvertidas. Guerras, migraciones e invasiones que en América comenzaron a través de la Conquista y la colonización. Colisión que fue una verdadera reducción de las culturas aborígenes frente al avance español, donde el primer puntapié se abordó a través de las órdenes religiosas y posteriormente organizaciones económicas y administrativas, infundadas por el interés de la Corona sobre nuestras tierras. Tal impacto ocasionó una “aculturación” en los centros urbanos, sin dejar de lado que esta exposición a nuevas modalidades afectó tanto a occidentales como los núcleos aborígenes. La supervivencia de ambos grupos es aún hoy un fenómeno que incorporó hábitos de la cultura “dominante” y de los aborígenes, pero el pensamiento que inició en los primeros tiempos coloniales habla sobre una corriente “indigenista” proponiendo la exaltación y la revalorización de lo nativo en sus descendientes étnicos. El orgullo nacional de los europeos en la década de los veinte y treinta hace que se busque representar más ampliamente la realidad racial, social y cultural del continente americano y cuyo fruto “mestizo” tendría que ser, según esta nueva versión, la legítima expresión de los poblados del Nuevo Mundo. El rostro mestizo sería una mezcla de lo social y lo cultural generando esta cara híbrida, en función a la herencia autóctona y condimentos occidentales; el alma mestiza entonces, es la síntesis de la definitiva conciliación heterogénea de América.
La realidad americana durante Colonia denuncia claramente que el mestizo estaba particularmente demarcado a ciertos grupos sociales comprimidos. La sociedad colonial se eleva en un indiscutible método de castas que excluye a los americanos originarios y mestizos, constituyendo inflexibles tabúes sobre la cultura nativa por motivos religiosos y antropocéntricos. Es así como se quería una ciudad occidental y un campo mestizo. Un vestigio viviente del encuentro de culturas es el arte popular, innegable combinación de elementos de estas opuestas que convergieron en América, los objetos de uso con incorporaciones occidentales, las obras europeas con técnicas/motivos precolombinos y objetos aborígenes transformados que sobreviven a los cambios. En consiguiente, la creación del arte mestizo ocurre por este nuevo ser híbrido cultural, donde incorpora elementos al estilo ornamental con una sensibilidad aborigen y motivos precolombinos, por su parte la figura cambia claramente al examinarse las expresiones del arte “culto” u oficial, en dónde encontramos arquitectura, pinturas y/o esculturas con una construcción vetada de la influencia autóctona.
El medio geográfico del Nuevo Mundo y su historia social/cultural ostentan bastantes elementos de diferenciación que le permite poseer una voz bajo el argumento internacional de la civilización de occidente, el ejemplo en donde la mezcla intenta retornar hacia lo aborigen es en el romanticismo, pero ya no como una base sino, rehaciendo y adhiriendo elementos americanos reconocibles. México es el caso que desencadeno la marea indígena lográndose un estilo particular, didáctico y vigoroso, pero así mismo el arte latinoamericano no pretende cerrarse, claramente se puede desglosar una cantidad de material inagotable, desbordando estos límites e intentando competir con la literatura del continente. El mestizo entonces es la riqueza de formas, frondosidad ornamental, preferencia por la expresión, fatalismo, melancolía y audacia, y aún hoy en día continúa buscando una identidad que aunque esté mezclada sigue siendo lo mismo.
Generalmente las tragedias han marcado nuestra historia, civilizaciones que desaparecen o caen inadvertidas. Guerras, migraciones e invasiones que en América comenzaron a través de la Conquista y la colonización. Colisión que fue una verdadera reducción de las culturas aborígenes frente al avance español, donde el primer puntapié se abordó a través de las órdenes religiosas y posteriormente organizaciones económicas y administrativas, infundadas por el interés de la Corona sobre nuestras tierras. Tal impacto ocasionó una “aculturación” en los centros urbanos, sin dejar de lado que esta exposición a nuevas modalidades afectó tanto a occidentales como los núcleos aborígenes. La supervivencia de ambos grupos es aún hoy un fenómeno que incorporó hábitos de la cultura “dominante” y de los aborígenes, pero el pensamiento que inició en los primeros tiempos coloniales habla sobre una corriente “indigenista” proponiendo la exaltación y la revalorización de lo nativo en sus descendientes étnicos. El orgullo nacional de los europeos en la década de los veinte y treinta hace que se busque representar más ampliamente la realidad racial, social y cultural del continente americano y cuyo fruto “mestizo” tendría que ser, según esta nueva versión, la legítima expresión de los poblados del Nuevo Mundo. El rostro mestizo sería una mezcla de lo social y lo cultural generando esta cara híbrida, en función a la herencia autóctona y condimentos occidentales; el alma mestiza entonces, es la síntesis de la definitiva conciliación heterogénea de América.
La realidad americana durante Colonia denuncia claramente que el mestizo estaba particularmente demarcado a ciertos grupos sociales comprimidos. La sociedad colonial se eleva en un indiscutible método de castas que excluye a los americanos originarios y mestizos, constituyendo inflexibles tabúes sobre la cultura nativa por motivos religiosos y antropocéntricos. Es así como se quería una ciudad occidental y un campo mestizo. Un vestigio viviente del encuentro de culturas es el arte popular, innegable combinación de elementos de estas opuestas que convergieron en América, los objetos de uso con incorporaciones occidentales, las obras europeas con técnicas/motivos precolombinos y objetos aborígenes transformados que sobreviven a los cambios. En consiguiente, la creación del arte mestizo ocurre por este nuevo ser híbrido cultural, donde incorpora elementos al estilo ornamental con una sensibilidad aborigen y motivos precolombinos, por su parte la figura cambia claramente al examinarse las expresiones del arte “culto” u oficial, en dónde encontramos arquitectura, pinturas y/o esculturas con una construcción vetada de la influencia autóctona.
El medio geográfico del Nuevo Mundo y su historia social/cultural ostentan bastantes elementos de diferenciación que le permite poseer una voz bajo el argumento internacional de la civilización de occidente, el ejemplo en donde la mezcla intenta retornar hacia lo aborigen es en el romanticismo, pero ya no como una base sino, rehaciendo y adhiriendo elementos americanos reconocibles. México es el caso que desencadeno la marea indígena lográndose un estilo particular, didáctico y vigoroso, pero así mismo el arte latinoamericano no pretende cerrarse, claramente se puede desglosar una cantidad de material inagotable, desbordando estos límites e intentando competir con la literatura del continente. El mestizo entonces es la riqueza de formas, frondosidad ornamental, preferencia por la expresión, fatalismo, melancolía y audacia, y aún hoy en día continúa buscando una identidad que aunque esté mezclada sigue siendo lo mismo.
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